martes, 22 de abril de 2014

Aprendizaje por competencia

Aprendizaje del piloto por competencia




En México es bien sabido que para poder tramitar tu licencia de Piloto privado, es necesario cumplir con 40 horas de instrucción y aparte una hora de examen. Comentando con varios colegas y haciendo un poco de investigación en internet nos damos cuenta que en Estados Unidos las horas necesarias son 40 o en algunas academias hasta 35.

Entonces, ¿Por qué en Estados Unidos, los pilotos estudiantes consiguen su licencia de piloto privado en un promedio de 50 – 60 horas y algunos hasta con 90 horas?

Las academias de vuelo en los Estados Unidos deben tener aprobado un plan de estudios al cual llaman “Syllabus”, ésta publicación contiene las lecciones que el alumno deberá completar para poder ser sujeto a tramitar su licencia. Cada lección viene con sus estándares que se tienen que cumplir, por ejemplo, en el syllabus del curso de vuelo por instrumentos, en las primeras lecciones del ILS los estándares no han de ser demasiado altos, no ha de ser necesario llevar las agujas completamente centradas para completar la lección, pero debes de saber realizar correcciones. Para piloto comercial los estándares para completar las lecciones si son más altos, por ejemplo, debes de aterrizar en el punto exacto sobre la pista que el examinador te diga, basándose en las marcas de pista.

Creo que es algo positivo que las lecciones deban están completadas a la entera satisfacción de un instructor competente y de los estándares publicados, que puedes conocer antes de volar, para que puedas avanzar en tu entrenamiento.

En contra parte, como algunos pueden saber, en Estados Unidos casi todo trabajo se paga por hora, y los instructores de vuelo no son la excepción, las escuelas tienden a cobrarte la hora de renta del avión y la hora del instructor por separado lo que traduce a que si el instructor no queda enteramente satisfecho con tu desempeño en la lección de vuelo te hará repetirla hasta que esté satisfecho lo cual en veces puede caer en abusos por parte del instructor ya que no sabes si en realidad es necesario repetir la lección o si es sólo para volar más y por ende que el instructor cobre más.


Quiero concluir con que soy un piloto mexicano que tuve la oportunidad de estudiar en ambos países, esto es una reseña del sistema de aprendizaje que se lleva en otros países y no resto ningún mérito a los pilotos privados mexicanos que recibieron su licencia de privado con las 40 horas de ley ya que yo fui uno de ellos.


Así es como luce la lección numero 8 en una escuela de EU:





C. Javier Gonzalez

viernes, 18 de abril de 2014

Escuelas de vuelo en México y Estados Unidos



Estudiar aviación en Estados Unidos o México?





Si ya tomar la decisión de estudiar la carrera de aviación es difícil, con todos los riesgos que conlleva,  elegir una escuela de aviación suele parecer una tarea igual o más difícil. En esta época es fácil encontrar mucha información en internet, ya sea en foros, sitios web de las escuelas, etc. que te deja en la disyuntiva de si estudiar en México o Estados Unidos.

Platicando un poco de mi experiencia yo comencé a estudiar el curso de piloto privado en México, después me fui a Estados Unidos y comencé desde cero hasta tramitar mi licencia de comercial FAA, Ahorita hace un par de meses acabé el heroico trámite de convalidar pero esa letanía la compartiré en otra ocasión.

Para que no se nos haga bolas el engrudo comenzaré por platicar un poco mi experiencia en una escuela de México; Era una escuelita muy sencilla en una ciudad al norte. Ellos impartían clases en un edificio de altos en el centro de la ciudad. Antes de todo trámite uno tiene que realizarse un examen médico muy minucioso en la SCT, uno se presenta a las 6:30 am y sale aproximadamente a la 1 de la tarde, entre las pruebas que se realizan son de sangre, glucosa, cardiograma, de la vista, una revisión dental, una prueba psicométrica, entre otras.  Recuerdo haber asistido a 3 meses de teoría y ya después llego el tan ansiado vuelo. Esta escuela, en ese entonces, tenía solo dos aviones tipo Cessna 152, para que los alumnos pudiéramos hacer las horas de vuelo. Por lo regular en el rol de vuelo éramos sólo 6 alumnos queriendo volar entonces no estaba tan saturado generalmente, en cuanto al vuelo, habían en la escuela tres instructores de vuelo, cada quien muy diferente persona pero con todos me llevé muy bien, uno de ellos era exmilitar y tenía una forma de enseñar muy particular, siendo muy estricta y a la vez te hacía perderle el miedo al avión en minutos, lo cual es muy importante en tus primeras lecciones. Terminé  mis horas de vuelo para privado a los pocos meses y tuve que realizar otro examen médico ya que para cualquier trámite éste tiene que realizarse dentro de los últimos 3 meses. Pude tramitar mi licencia de piloto privado con la que volé algunas horas en mi ciudad de origen, sin recibir alguna compensación económica claro.

Al cabo de otros meses me decidí por ir a estudiar a Estados Unidos, La escuela era un tanto diferente a la de México, tenían 52 aviones entre Cessna y Diamond, habían cerca de 40 Instructores y éramos aproximadamente 250 alumnos, los números pueden sonar extremos pero la verdad la relación alumnos en fase de vuelo con la cantidad de aviones es similar. Una de las grandes diferencias es que en EU comienzas a volar a la par de la teoría y no tienes que esperar a que salga tu permiso de formación ni hacer otros trámites engorrosos… entonces técnicamente en EU comienzas a volar a la semana de haber llegado a la escuela mientras en México puede tomarte hasta 4 meses.

El vuelo en EU es muy diferente al que podemos encontrar en México, por lo regular casi todo el tiempo en EU estas en contacto radar y el terreno tiende a ser muy plano en casi todo el terreno americano. Mientras en México la orografía que muestra espectaculares vistas impide en muchas ocasiones la correcta recepción de los sistemas de comunicación y navegación de los aviones de instrucción, sin hablar de la cobertura de radar en México es demasiado escasa, esto da pié a en México el alumno tenga que desarrollar habilidades más sólidas en cuanto a la conciencia situacional (saber en dónde está y a donde va). En Estados Unidos basta con pedir “Flight Following”, pedir vectores u otros servicios y te van a traer “de la manita”, entonces el alumno ya no está navegando.

Para no hacerles la historia tan larga me gustaría citar algunos pros y contras sobre el lugar donde vayas a escoger estudiar; 

Estados unidos, aspectos positivos.
  • Comienzas a volar desde la primera semana.
  • Muy pocos trámites burocráticos.
  • Examen médico muy sencillo y barato.
  • Horas de vuelo más económicas.
  • Más aeropuertos, procedimientos.
  • Mucho mejor infraestructura aeronáutica.
Estados unidos, aspectos negativos.
  • La vida es mucho más cara, por ejemplo las rentas.
  • Hay que cumplir con más horas de vuelo, 250, en tanto en México son 180.
  • Hay que pasar por el proceso de convalidación al regresar a México.
  • La carrera tiende a salir un 20% más cara del precio que muestra la escuela 

En contra parte, 


México, aspectos positivos.
  • La vida es más barata.
  • Menos horas de vuelo.
  • Es más fácil hacerse de contactos para conseguir trabajo.
  • Aprendes a volar por supervivencia...
México, aspectos negativos.
  • Muchos trámites, con costo, repetitivos, y tardados.
  • Muy poca infraestructura aeronáutica.
  • Escuelas con pocos aviones y en mal estado, no mecánico.
  • Pocos servicios de navegación.
  • Autoridad incompetente.


"El único miedo que los latinos confesamos sin vergüenza, y hasta con un cierto orgullo machista, es el miedo al avión. Tal vez porque es un miedo distinto, que no existe desde nuestros orígenes, como el miedo a la oscuridad o el miedo mismo de que se nos note el miedo" - Gabriel García Marquez


Cualquier duda o comentario, a sus órdenes.

C. Javier Gonzalez.

Seamos machos: hablemos del miedo al avión

Seamos machos: hablemos del miedo al avión



Por: Gabriel García Marquez
26 Octubre 1980


El único miedo que los latinos confesamos sin vergüenza, y hasta con un cierto orgullo machista, es el miedo al avión. Tal vez porque es un miedo distinto, que no existe desde nuestros orígenes, como el miedo a la oscuridad o el miedo mismo de que se nos note el miedo. Al contrario: el miedo al avión es el más reciente de todos, pues sólo existe desde que se inventó la ciencia de volar, hace apenas 77 años. Yo lo padezco como nadie, a mucha honra, y además con una gratitud inmensa, porque gracias a él he podido darle la vuelta al mundo en 82 horas, a bordo de toda clase de aviones, y por lo menos diez veces.No; al contrario de otros miedos que son atávicos o congénitos, el del avión se aprende. Yo recuerdo con nostalgia los vuelos líricos del bachillerato, en aquellos aviones de dos motores que viajaban por entre los pájaros, espantando vacas, asustando con el viento de sus hélices a las florecitas amarillas de los potreros, y que a veces se perdían para siempre entre las nubes, se hacían tortillas, y había que salir a media noche a buscar sus cenizas del modo más natural: a lomo de mula.
Una vez, siendo reportero de un diario de Bogotá, en una época irreal en que todo el mundo tenía veinte años, me mandaron con el fotógrafo Guillermo Sánchez a perseguir una mala noticia en uno de aquellos Catalinas anfibios que habían sobrado de la guerra. Volábamos sobre la plena selva de Urabá sentados en bultos de escobas, porque asientos no había en aquel sepulcro volante, ni una azafata de consolación a quien pedirle el número de su teléfono en el paraíso, y de pronto el avión se metió a tientas por donde no era y se extravió en un aguacero bíblico. No sólo llovía afuera, sino también adentro. Agarrándose a duras penas, el copiloto nos llevó un periódico para que nos tapáramos la cabeza, y vimos, con asombro, que apenas si podía hablar y le temblaban las manos.
Ese día aprendí algo muy alentador: también los pilotos tienen miedo, sólo que a ellos, como a los toreros, no se les nota tanto en el temblor de las manos como en las supersticiones. Un amigo español -tan temeroso del avión que nunca viajaba sentado- lo descubrió una mala noche de invierno en que lo invitaron a presenciar el decolaje en la cabina de mando. Era en Nueva York, durante una tormenta de nieve, y la tripulación permaneció muy serena en la cabeza de la pista, hasta que le dieron la orden de decolar. Entonces, como si fuera un requisito técnico insalvable, todos se persignaron al unísono. Mi amigo, comprendiendo que en el fondo de su alma también los pilotos tenían miedo, le perdió para siempre el miedo al avión.
Yo tuve una prueba todavía más sutil volando por entre las estrellas sobre el océano Atlántico. Hablando de todo, le pregunté al comandante por otro piloto amigo que había sido mi compañero de escuela. Yo ignoraba, por supuesto, que se había estrellado en el aeropuerto de Tenerife cuando trataba de aterrizar en medio de la borrasca. El comandante me lo dijo de otro modo, pero más revelador:
-Se retiró de la compañía hace tres años, en las islas Canarias.
Sin embargo, el buen miedo al avión no tiene nada que ver con las catástrofes aéreas. Picasso lo dijo muy bien: «No le tengo miedo a la muerte, sino al avión». Más aún: hubo muchos temerosos que perdieron el miedo al avión después de sobrevivir a un desastre. Yo lo contraje como una infección incurable volando a media noche de Miami a Nueva York, en uno de los primeros aviones a reacción. El tiempo era perfecto y el avión parecía inmóvil en el cielo, llevando a su lado esa estrella solitaria que acompaña siempre a los aviones buenos, y yo la contemplaba por la ventanilla con la misma ternura con que Saint-Exupery veía las fogatas del desierto desde su avión de aluminio. De pronto, en la lucidez de la vigilia, tuve conciencia de la imposibilidad física de que un avión se sostuviera en el aire, y me juré que nunca volvería a volar.
Lo cumplí durante diez años, hasta que la vida me enseñó que el verdadero temeroso del avión no es el que se niega a volar, sino el que aprende a volar con miedo. Es una especie de fascinación. De todos los temerosos insignes que conozco, el único que de verdad no vuela es el arquitecto brasileño Oscar Niemayer. En cambio, su compatriota George Amado, que es un timorato aéreo de los más grandes, ha tenido la audacia poética de volar en Concord desde París hasta Nueva York, para allí tomar un barco que lo llevara a Río de Janeiro. El escritor venezolano Miguel Otero Silva y el director de cine brasileño Ruy Guerra, por distintos caminos, han llegado a la conclusión de que la única manera de combatir el miedo al avión es volando con miedo, y lo combaten casi todos los meses. Carlos Fuentes, que no voló durante quince años y hacía unos viajes épicos de ocho días, cambiando de trenes, desde México hasta Nueva York, no sólo ha vuelto a volar, sino que la semana pasada fue a dictar una conferencia en la Universidad de Indiana, en una avioneta de un solo motor. Sin embargo, entre los grandes especialistas del miedo al avión no hay ninguno mejor que don Luis Buñuel, que a los ochenta años sigue volando impávido, pero muerto de miedo. Para él, el verdadero terror empieza cuando todo anda perfecto en el vuelo y, de pronto, aparece el comandante en mangas de camisa y recorre el avión a pasos lentos, saludando a cada uno de los pasajeros con una sonrisa radiante.
Mi madre no ha volado más de dos veces en su larga vida. Nunca ha sentido miedo, pero conoce muy bien el de sus hijos -que son doce-, de modo que mantiene siempre una vela encendida en el altar doméstico para proteger a cualquiera de nosotros que se encuentre en el aire. Su fe es tan cierta, que a uno de sus hijos -que es ingeniero de caminos- se le cayó hace poco un buldozer en una cuneta. Mi madre oyó decir que el rescate podía costar más de 100.000 pesos, y le dijo a mi hermano que no gastara ni un céntimo, pues ella iba a encender una vela para sacar el buldozer. Mi hermano la reprendió: «Sólo a ti se te ocurre que una vela puede sacar un buldozer de una cuneta». Mi madre, impasible, le replicó:
-¡Cómo no va a sacarlo, si sostiene un avión en el aire!
Gabriel García Marquez, 1980


J. Gonzalez

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